domingo, 18 de noviembre de 2012

Cómo mantener la intriga en un largo reportaje

Os pido que imaginéis esto:

El redactor jefe pide que escribamos la historia de Micah True, un corredor de maratones de unos 60 años que se perdió en uno de sus habituales entrenamientos solitarios y que fue encontrado muerto por sus amigos, cerca de un arroyo.

¿Cómo organizamos este extenso reportaje de 3.000 palabras?

En principio parece fácil. Micah True tiene todos los ingredientes para cocer un buen reportaje: medio hippy en su juventud, llegó a vivir solo y alimentarse de papayas. Organizó carreras en las que el mundo, conoció a los increíbles indios tarahumaras, unos corredores insólitos. Para Micah, el hecho de correr era una liberación, un estado del alma. Era un bicho raro.

Todos contaríamos la historia desde el final, es decir, revelando cómo lo encontraron muerto.

Pero si lo hacemos, el lector dará vuelta a la página. ¿Cómo podemos mantenerle pegado hasta el final de esta extraordinaria historia?

El autor de este reportaje publicado en The New York Times y en EPS (semanal de El País) empleó la intriga.

Atentos. Lo hizo así. Primero empezó con este párrafo:

"Un martes por la mañana de finales de marzo, Micah True salió solo a correr por los escarpados caminos de Gila Wilderness (Nuevo México, Estados Unidos). El sábado aún no se había vuelto a saber nada de él. Llevaba unos pantalones cortos, una camiseta y unas zapatillas de correr. Por la noche se alcanzaban los seis grados bajo cero. Durante tres días, los equipos de rescate habían rastreado el terreno a pie, a caballo y desde el aire".

Pero no revela el triste destino de Micah sino que recompone su vida. En los primeros párrafos prosigue como si estuviera reviviendo la historia en tiempo presente, intercalando declaraciones de los que intentan rescatarlo. Es decir, lo que en cine vendría a ser narración con flash backs.

Luego, nos presenta poco a poco a Micah True: 58 años, personaje mítico, apodado Caballo Blanco, lo que comía, dónde vivía (quería estar cerca de los indios tarahumaras a los que admiraba), el libro que se escribió sobre él en 2009...

El narrador intercala de nuevo la búsqueda, que prosigue sin éxito. Allí estaban sus amigos como Ray Molina, Jessica Haines, Dean Bannon...Todos tratan de saber qué le ha pasado. Nosotros, los lectores, estamos intrigados esperando el momento del terrible hallazgo. Ya nos hemos enamorado del personaje.

Luego, el reportero explica por qué se llama Micah True. Es el nombre que él se puso. Se llama Michael Randall Hickman. De padre católico y conservador, él se inclinó por la contracultura de los sesenta. Rubio, alto, con melena, un día se aficionó a las carreras de resistencia y los maratones. Sufrió lesiones, entrenaba en las Rocosas...

En una ocasión, se apuntan a esas larga carreras que él organizaba unos indios en alpargatas. "Eran bajitos y algunos parecían muy viejos". La carrera tenía una distancia de 160 kilómetros. Ganaron los indios.

Micah empieza a estudiarlos. Se enamora de su forma de correr, de su resistencia, se va a vivir cerca de ellos. El reportero no revela el final de Micah hasta la última parte. Pero no en el último párrafo. ¿Cuándo?

Si pudiéramos dividir el reportaje en cinco partes, digamos que lo revela al principio de la quinta. Sería un poco tramposo hacerlo en la última línea. ¿Por qué? No lo sé muy bien, pero sé que en las escuelas de Escritura Creativa se dice que hay que evitar los finales sorpresa que aparezcan en la última línea.

Como dije antes, el reportero lo revela mucho antes: los rastreadores descubren una camisa, se acercan, ven el cadáver boca arriba, las moscas revoloteando. A partir de ahí, el autor describe la tristeza del hallazgo, el dolor de sus amigos, el traslado del cuerpo en burro, la acampada que tienen que hacer a medianoche para descansar: el cielo, plagado de estrellas... comieron tortillas... intentaron contener su tristeza... se pusieron a contar historias de Micah.

Creo que ese es el homenaje más bello que podemos hacer a nuestros amigos fallecidos. Recordarles contando historias sobre ellos.

Y este es el cierre. Majestuoso.

"Micah True murió mientras corría a través de los maravillosos caminos de Gila Wilderness. Muchos de sus mejores amigos acudieron a buscarle siguiendo sus mismos pasos por los magníficos cañones, los bosques y los arroyos, gritando una y otra vez su nombre".

Esa es la técnica del suspense. Mantener al lector pegado a la historia hasta el final. Despertar emociones.

Me habría encantado escribir esta historia.

Conocí la noticia de la muerte de Micah hace varios años.  Me quedé impresionado y pedí a uno de mis reporteros que la contara.

Ahora la he vuelto a recordar con este bello reportaje de El País Semanal, que procede de Barry Bearak, del NYT (traducido por Virginia Solans). Se titula. "Correr a muerte". (No hay enlace).

Bien hecho.Un estupendo homenaje a Micah.
(Otro día hablaré de cómo hacer buenos 'cierres' en los reportajes).

sábado, 29 de septiembre de 2012

¿Por qué los periodistas ya no hacen preguntas incómodas?


Seguí casi toda la retransmisión de la rueda de prensa donde se presentaba el informe sobre el agujero de la banca. Fue le viernes 28.

Según explicaron el subgobernador del Banco de España, Fernando Restoy, y el secretario de Estado de Economía, Fernando Jiménez Latorre, el informe realizado por Oliver Wyman tenía "un rigor sin precedentes". Se referían a que habían intervenido 400 auditores, de las cuatro prestigiosas firmas internacionales de auditoría, que habían manejado multitud de informes inmobiliarios.

Aquella misma mañana, la Audiencia Nacional había abierto una investigación a una de esas auditoras  por no anticipar el descalabro de la CAM, la Caja de Ahorros del Mediterráneo.

Y esta auditora, llamada KPMG, era según Restoy, una de las prestigiosas firmas que había participado en la elaboración del informe sobre el agujero de la banca.

Ningún periodista, que yo recuerde, fue capaz de hacer la pregunta pertinente: "Señor Restoy, ¿qué grado de fiabilidad tiene ese informe cuando una de las firmas que interviene está siendo investigada por la Audiencia Nacional sobre una actuación que afecta a ese informe?".

¿Qué le pasa a los periodistas? ¿Se han olvidado de hacer preguntas incómodas?

Jon Lee Anderson critica ese periodismo

Eso se lo pregunta Alfonso Armada a Jon Lee Anderson en una entrevista que hoy publica ABC. Anderson, corresponsal de guerra, reportero de The New Yorker y veterano con medallas, responde:

"Yo lo llamaría el síndrome de la Casa Blanca. Si te destinan como corresponsal en Washington –y me imagino que es lo mismo en La Moncloa- tú tienes que ponerte en la lista de los corresponsales que tienen acceso a la Casa Blanca. Ahí hay todo un protocolo. Luego sale el hombre y tú tomas notas. Luego están las posibilidades que tú tengas de entrevistarte con el hombre, con el presidente, o con los portavoces entre bambalinas. O que seas beneficiado por sus filtraciones. Pero si tú de pronto comienzas a ser crítico no te van a seguir filtrando noticias, no vas a entrar en los círculos del poder, a las copas después de la conferencia de prensa. En general hay un síndrome que se crea alrededor de todos los centros de poder y es que los hombres y mujeres que lo cubren tienden a atomizarse y a convertirse en cortesanos del poder. Es algo muy normal. Y por eso nosotros, el público, los ciudadanos, no estamos bien servidos por los periodistas que están destacados en los principales centros del poder. Y es cierto que han dejado de hacer las preguntas difíciles. Cuando vi a Ahmadineyad en el programa de Larry King en la CNN me pareció repugnante".


martes, 14 de agosto de 2012

Trucos del entrevistador para revelar la personalidad del entrevistado....

Tarde o temprano, todo periodista tiene que entrevistar a un personaje atrabiliario, insoportable, raro o engreído.

Cuando llega la hora de poner eso en un papel (hablamos de periodismo escrito no audiovisual), el entrevistador puede empezar su artículo con un resumen donde diga 'este personaje tiene muy malas pulgas' (lo cual no es muy profesional), o bien darlo a entender de otra forma.

En esta ocasión, este periodista de El Mundo escogió la fórmula de ponerse él mismo en ridículo para mostrar la personalidad 'cabreada' del entrevistado. El periodista emplea los corchetes para reflejar sus emociones. Y usa las preguntas para exponer sus miedos.  Atentos a esos contenidos.

Me he reído mucho. Ejemplar. 

Darío Prieto entrevista a Arturo Pérez-Reverte. Lunes 14 de agosto de 2012.

"Internet es el triunfo de la estupidez"

En un hueco entre los 30.000 volúmenes de su biblioteca, Pérez-Reverte escribe su nuevo libro, un proceso que va contando en novelaenconstruccion.com. ¿Es un suicidio meterse en la guarida de un hombre poco amigo de las tonterías? Veamos.

Pregunta.- ¿Echaría de menos algo si desapareciese el periodismo? 

Respuesta.- Te aseguro que las entrevistas no las echaré de menos. 

P.- ¿Ve ahora mucho capullinski? 

R.- Hay quien viaja y hace cosas que merecen la pena, pero vivimos en un mundo tan artificial y tan falsamente seguro que la gente piensa que puede irse a una guerra y no pasa nada. Y cuando pasa, lloran y tiene que ir el ejército a sacarles. Hay esa tendencia a llamar a mamá, ese eterno ignorar el iceberg del Titanic. 

P.- Es un ídolo de Twitter. 

R.- Quizá me va bien porque no le doy trascendencia. Por eso considero una aberración cuando sacan titulares de mis tuits. Igual que es imposible meter una novela en Twitter. 

P.- Todavía se recuerda su lío con Moratinos. 

R.- Recibo palos y aplausos. Es muy divertido: ese cruce de trolls, amigos, bronca y del bobo que no entiende nada está muy bien para un rato. Pero Twitter no es un lugar para vivir permanentemente. 

P.- ¿Qué le parecen los vídeos de gatitos en internet? 

R.- Me da igual que se busquen gatitos o perritos. También me gustan los perros. Lo que pasa es que internet es el triunfo de la estupidez. Su problema es que no discrimina y, al lado de un pensamiento de Eco o Vargas Llosa te encuentras una tontería de un analfabeto que compite en espacio con ellos. Ojo: no estoy despreciando internet; sólo digo que he intentado que no me haga falta. 

P.- Hablemos de la virilidad en su obra, del arrojo de Alatriste y... 

R.- Perdona: ¿Me estás definiendo Alatriste así? 

P.- Errr... No, es sólo una parte... 

R.- ¿Y los Episodios nacionales de Galdós? ¿Y La isla del tesoro? 

P.- [Voz temblorosa] Yo m-me refería al estereotipo de literatura viril. 

R.- No te entiendo. Ponme un ejemplo de literatura viril. 

P.- [Sudores] El club de la lucha. 

R.- No lo he leído. Otro. 

P.- [Más sudores] Errr... El Arthur Gordon Pym de Poe. 

R.- ¿Me estás diciendo que alguien afirma que Alatriste es literatura aguerrida? Eso es que no lo ha leído. 
No sé dónde quieres llegar. 

P.- [Risa nerviosa] Yo sólo q... 

R.- Alatriste es el libro más amargo, antipatriota y antimilitar que se ha hecho nunca sobre un personaje de la historia de España. ¿Dirías que La Iliada es un libro viril? 

P.- [Soltando un gallo, con voz aflautada] No. 

R.- Pues posiblemente sea el más viril de la historia de la literatura. Creo que te has metido en un jardín. 

P.- [Aclarando la voz] ¿Dónde íbamos? Ah, sí: circula por ahí un texto suyo de 1998 vaticinando la crisis.

(Sigue mucho más...) 


domingo, 8 de julio de 2012

No desesperen: hay salida para los periodistas pero no por la puerta que ellos piensan

Muchos estudiantes de periodismo me preguntan qué salidas hay para la profesión. No hay trabajo para todos. No lo hay para los que se sacaron el título hace años, lustros, décadas. Cada año salen unos 6.ooo licenciados de las facultades de periodismo y comunicación. Tampoco hay trabajo para ellos.

Pero la profesión no está paralizada. Se están creando nuevos puestos de trabajo. El problema es que en las universidades se sigue enseñando un tipo de periodismo antiguo. ¿A qué me refiero? Voy a poner varios ejemplos.

domingo, 26 de febrero de 2012

Destapa tus prejuicios y luego busca la verdad


Hace un par de días, el grupo Intereconomía reveló un video donde alguien agredía a sus cámaras mientras realizaban una entrevista en vivo en Valencia. Les desconectaron incluso los micrófonos, según decía la locutora en Madrid.

Los reporteros de esa cadena que estaban en Valencia denunciaron haber sufrido una agresión y hasta patadas.De hecho, en un momento se ve que alguien que merodea al fondo de la imagen, sale corriendo hacia la cámara y entonces la imagen de pierde.

Poco después, alguien dijo en internet que todo aquello era un montaje de la cadena. Y para probarlo, subió un video antiguo de la misma cadena donde se veía de nuevo al supuesto agresor pero en otra ocasión más antigua.
Según esta versión, se trataba de un actor contratado por la cadena para simular un ataque.

Mucha gente no esperó la versión de la cadena, y aprovechó esta versión para lanzar por las redes sociales que Intereconomía estaba manipulando la información.
La cadena por fin respondió: esa persona, que efectivamente salía en dos videos diferentes al fondo de la imagen, no era un actor sino una persona del equipo técnico que siempre les acompaña, y que en este caso salió a socorrer a sus compañeros. No era el agresor, sino una persona que al ver la agresión, salió en socorro de sus compañeros.

Supongo que la versión de Intereconomía es la correcta (al menos esta vez), porque las imágenes son bastante elocuentes. No me voy a parar a discutir eso.
Lo que me interesa comentar es cómo los prejuicios pueden deformar la realidad.
Esta vez la víctima puede haber sido Intereconomía, pero en otras ocasiones puede ser Público, El País, El Mundo o cualquier medio.

Lo que quiero demostrar es que cuando no somos capaces de apagar el fuego de nuestros prejuicios, acabamos creando una realidad inventada.
La gente de izquierdas siempre apoyará a sus medios, y verá en los otros, unos 'enemigos'. La gente de derechas hará lo mismo con los suyos.
No solo nos pasa a los ciudadanos de a pie, sino a todo el mundo, y será así siempre.

En un libro de filosofía leí lo siguiente. "Ningún ser humano se limita exclusivamente a hacer uso del pensamiento racional y de la observación", decía W. K. Guthrie en su "Historia de la Filosofía" (Tomo I sobre los presocráticos). Hablaba de 'presuposiciones inconscientes' para relatar cómo los primeros filósofos griegos, a pesar de su empeño en buscar explicaciones racionales a la naturaleza y a la causa de todo, no podían desprenderse de los prejuicios de su tiempo y por ello achacaban el movimiento o la primera causa a elementos como el aire, el fuego, el agua, o lo que fuera.

¿Por qué? Porque todos somos víctimas de los prejuicios de nuestro tiempo. No podemos desprendernos de ellos para entender el mundo.Esta actitud no solo moldea nuestros conceptos sino también nuestro lenguaje.

Me vino a la mente uno de los filósofos que más se ha ocupado de entender la interpretación que damos a los acontecimientos. Es Hans Georg Gadamer. En "Verdad y Método" dice, rizando el rizo, que "no son tanto nuestros juicios sino nuestros prejuicios los que constituyen nuestro ser". Y pensando como un filósofo que no se queda en la superficie, iba más allá, o más hondo, al decir "Los prejuicios no son necesariamente injustificados ni erróneos, ni distorsionan la verdad".

Los necesitamos porque constituyen nuestra primera aproximación a la experiencia. Ya que no nacemos con todo el saber del mundo en nuestro hipotálamo, sino que tenemos que formarnos una imagen del presente con lo que conocemos del pasado. Los prejuicios son "la orientación previa", dice Gadamer, "son anticipos de nuestra apertura al mundo".

Quizá este no es el sitio para hablar de ello, pero no puedo dejar de pensar en la fuerza manipuladora de los prejuicios cuando veo la forma en que "forzamos la realidad".
Creo que los periodistas deberían sentarse a reflexionar cuáles son sus prejuicios, y hacerlo antes de empezar a escribir la primera línea de cualquier artículo.

Estamos constreñidos por nuestros prejuicios de raza, de nacionalidad, de clase social, de cultura, de educación, de tiempo histórico, de padres, de guías, de ejemplos, de películas, de carácter, de información recibida y de miles de cosas más.

Solo cuando razonamos y penetramos en ello, tendremos suficiente conocimiento para reconocer que todo lo que vemos lo estamos viendo 'desde un punto de vista'. El nuestro. ¿Es el mejor? ¿Estamos recreando la realidad? ¿Qué pasa cuando la realidad no se ajusta a nuestros prejuicios? ¿La doblegamos como los casos que he mencionado? ¿O la descubrimos? ¿Cómo encontrar la verdad?

En fin, para pensar un ratito.